Caminos de piedra seca en Vilafranca
Hubo un tiempo en el que los hombres y las mujeres luchaban por exprimir cada centímetro de tierra con ingenio y esfuerzo en una pelea constante con la naturaleza. Durante siglos, los moradores del Alt Maestrat y, en concreto, de Vilafranca han sabido aprovechar los escasos recursos de los que disponían para sobrevivir en un entorno agreste y duro.
Para ello han ido modulando a lo largo del tiempo el paisaje con creaciones de piedra seca que extraían del propio terreno donde cultivarían el trigo y la cebada que les permitiría subsistir. Una forma de vida que ha llegado hasta nuestros días y que en noviembre de 2018 recibió el reconocimiento de la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Es un viaje en el tiempo donde el silencio se impone
Dosenelcamino.blog ha podido disfrutar de esta sorprendente muestra de adaptación de los habitantes de Vilafranca y su comarca. En un viaje en el tiempo donde el silencio se impone mientras el visitante intuye a cada paso las dificultades y sacrificios de los moradores de la zona para extraer de la naturaleza los recursos necesarios para sobrevivir.
Muros de piedra perfectamente alineados sin argamasa alguna, inexplicablemente resistentes al paso de los siglos, no dejan de maravillarnos.
Tras cruzar el pequeño municipio de Vilafranca, de apenas 2.200 habitantes, en la comarca del Alt Maestrat en Castelló, en un paraje conocido como Les irtuts se encuentra el punto de salida de este recorrido por las construcciones de piedra en seco.
Desde la Plaza Don Blasco, tomaremos la Avenida del Llosar y la carretera de la Iglesuela del Cid (provincia de Teruel). Pasaremos por delante del Santuario de la Virgen del Llosar, patrona de Vilafranca, y un kilómetro después veremos ya una señal indicativa de la ruta de “les Virtuts”, a la derecha. Es aconsejable ir con mucho cuidado y atento a la carretera. Es fácil pasarse la indicación. Se encuentra en una curva de difícil acceso donde no se puede aparcar. Solo se puede dejar el coche en el lado contrario en una zona llana que permite el estacionamiento sin problemas.
La ruta comienza con algo de desconcierto por la escasez de carteles indicadores del recorrido a seguir, aunque con cierta intuición puede encontrarse el camino correcto.
A pocos metros comienzan a vislumbrarse los primeros muros de piedra con su característica terminación vertical que a tantos nos sorprende. Entramos en un mundo muy peculiar en el que caminos estrechos abren paso a un lado y otro a construcciones de piedra que delimitan tierras donde hasta hace no mucho se cultivaban patatas y cereales.
Ahora el silencio lo impregna todo mientras la imaginación nos traslada a épocas pasadas en las que la azada y el animal eran los mejores aliados del agricultor. Si se hace un pequeño esfuerzo, aún podemos imaginarnos a una pareja de labriegos arando y esparciendo semillas que luego reportarán los frutos deseados.
Nos movemos entre caminos de gran belleza, donde la piedra plana es la reina. Aquí y allá surgen pequeñas construcciones donde los agricultores guardaban las viandas y el agua fresca con las que aliviarse de los rigores del duro trabajo. Apiladas de forma inexplicable, las piedras de color ocre, mimetizadas con el paisaje, forman construcciones dignas del mejor arquitecto.

Sorprende, pese al paso del tiempo, el elevado nivel de conservación de estos muros. Quizás su situación, alejados del municipio, y su dificultad de acceso han sido los mejores guardianes. Circunstancias, en cualquier caso, que debemos agradecer y que nos han dejado para la posteridad una imagen nítida de estas formaciones.
Desde Dosenelcamino.blog os recomendamos la visita de este auténtico museo al aire libre a dos horas de la ciudad de València en el que, a buen seguro, encontraréis caminos que os trasladarán al pasado de esta tierra y sus gentes.
«El silencio lo impregna todo mientras la imaginación nos traslada a épocas pasadas».