Viaje al Empordà medieval: Peratallada, Pals y Monells (I)

Un viaje al pasado, a una tierra de castillos y señores feudales con calles empedradas y gruesas murallas de piedra. Esa es, probablemente, la primera impresión del viajero que decide perderse por l’Empordà medieval. Un lugar lleno de historia que esconde en cada rincón vestigios de su rico pasado patrimonial y artístico, reflejo de una etapa de expansión entre los siglos IX y XIV.

Un viaje que dosenelcamino inicia en la turística Palamós, con sus calas de aguas turquesas y su escarpada costa cubierta de extensos pinares.

Nuestra primera parada es Peratallada, a unos 20 minutos en coche por la C-31 y C-66. El recorrido corto, pero intenso, nos sorprende por el cambio de paisaje en apenas 17 kilómetros.

Dejamos atrás playas cristalinas y, poco a poco, nos adentramos en l’Empordà más agrícola y ganadera. La carretera, de fácil acceso, permite disfrutar de momentos de paz y relajación.

El ascenso a tierras más altas es suave y progresivo hasta que tras una curva pronunciada divisamos la torre de las Horas y un poco más allá la del Homenaje.

La entrada al pueblo solo se permite de forma peatonal por lo que es obligado aparcar el vehículo en un aparcamiento habilitado a la afueras del municipio. Hay que pagar una pequeña tarifa que bien merece la pena abonar.

Es obligado dejar el vehículo en un aparcamiento de pago a las afueras del municipio

Tras cruzar una pequeña riera, el visitante se da cuenta al instante de la belleza de tan singular lugar. Sus calles empedradas, su castillo y sus torres desafiantes al paso del tiempo nos ofrecen una buena muestra de la majestuosidad de Peratallada.

El entramado del núcleo urbano invita a un recorrido sosegado, disfrutando del momento y del lugar. Una invitación para trasladarse a la Girona medieval.

La primera parada es el castillo, situado en el centro del pueblo, fue declarado Bien Cultural de Interés Nacional en 1949. Ofrece un estado de conservación envidiable, fruto de la protección que a lo largo de los años ha mantenido tanto por parte del Gobierno como de la Generalitat catalana.

La torre del Homenaje es el elemento que más sobresale del complejo. De altura considerable, está construida de grandes sillares de piedra. Merece la pena detenerse y contemplar cómo desafía el paso del tiempo con una estructura sólida sobre una base rectangular.

Entramado de calles empedradas

El recorrido por el entramado de calles empedradas nos descubre otros sistemas defensivos de Peratallada además del castillo. Sus tres recintos amurallados dejan constancia de la importancia de este municipio durante la Edad Media.

Destaca la torre de las Horas, que recibe este nombre por albergar a partir del siglo XIX el reloj público de la población. Está permitida su visita y subir hasta el torreón desde el que se disfrutan de espectaculares vistas de toda la comarca.

Plazas porticadas

Pero si algo destaca durante la visita es el gran número de plazas porticadas que el viajero puede encontrarse. Una verdadera bendición para resguardarse de la canícula y del calor sofocante que nos acompañó durante todo el recorrido.

Otra de las plazas más interesantes es la del Aceite. Punto neurálgico de las numerosas almazaras que antaño circundaban este lugar. Un oasis de paz en un entorno de gran belleza de edificios de piedra de cuyas paredes cuelgan vistosas enredaderas.

La mejor heladería del mundo

Destaca una pequeña pastelería, especializada en riquísimas magdalenas que, a buen seguro, hará las delicias de los más exigentes. Pararse en este local y charlar de forma serena y tranquila con su dueña del rico patrimonio de este pueblo y su entorno es una más que recomendable actividad. De sus palabras destila el cariño que siente por esta tierra y su pasado.

Parada obligada es la considerada por Jordi Roca como la mejor heladería del mundo. Un rincón que invita a disfrutar de los sentidos con sabores impensables. Merece la pena probar, sin duda, el helado de flores. Situada en la calle Mayor del pueblo, la heladería Gelat Artesà es, probablemente, la mejor opción para paliar las elevadas temperaturas de este verano sofocante.

Entre sus calles también se encuentran numerosos restaurantes que ofrecen al viajero platos de la tierra para recuperar fuerzas después de un regreso al pasado por la Girona medieval.

La visita termina con el espíritu en paz y con el ánimo y el deseo de regresar cuanto antes a este pequeño rincón de l’Empordà medieval.

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